¿Es el turismo, en sí mismo, una poderosa herramienta para promover la equidad social, la inclusión, la sostenibilidad y, por supuesto, la economía circular? Para responder esta pregunta, tenemos que irnos a algo más básico, es decir, a respondernos lo siguiente: ¿qué es el turismo?
Si realizamos un análisis histórico, podremos encontrar cuatro grandes momentos en la evolución del turismo. El primer gran momento es el acto de la sobrevivencia. Este hecho era capaz de motivar a las personas a moverse grandes distancias para encontrar alimento y refugio. El segundo gran momento tiene que ver con la religión, grandes peregrinaciones de un pueblo a otro para ir en busca de la adoración de seres sagrados o míticos. El tercer gran momento es la educación. Las personas viajaban para explorar y conocer el mundo, esos viajes inspiraban grandes novelas, servían de escuela para las clases más altas de la sociedad. Viajar era, afortunadamente, una manera muy especial de educarse, de adquirir el conocimiento.
El cuarto y último gran momento surge con la revolución de los medios de transporte. Locomotoras y buques eran capaces de transportar personas de una manera relativamente eficiente. Surgen las primeras agencias de viajes. Por vez primera, viajar no solo era privilegio de algunos cuantos, sino que se hacía cada vez más accesible a todas las personas. Viajar, tristemente, ya no era considerado como una forma directa de educarse, era más un acto de ocio, recreación y placer.
Si analizamos el párrafo anterior, comprenderemos que el turismo surge, casi inevitablemente, como un acto natural del ser humano por conocer el mundo, su mundo. Acto que poco a poco se fue haciendo más accesible pero que, desafortunadamente, trajo consigo una serie de errores y malos entendidos que han perdurado a lo largo de las décadas. ¿En qué momento el turismo perdió su esencia?, ¿cuándo dejó de ser una actividad educativa para volverse en un imperio lucrativo?, ¿por qué el turismo pasó de ser una actividad de élite a una actividad de masas y, posteriormente, a una seria amenaza para los pueblos?, ¿dónde estuvo el error?.
La accesibilidad a la actividad turística trajo consigo la inevitable masificación. Surgieron nuevos destinos, nuevas formas de transporte más rápidas y menos costosas, nuevas clases sociales que eran capaces de costear un viaje, mayores facilidades migratorias para turistas, entre otros. Con ello, el turismo se fue convirtiendo, poco a poco, en una monstruosa máquina para hacer dinero. Nacieron empresas turísticas multinacionales, muchos países invirtieron en turismo gracias al panorama tan prometedor que tenía la actividad, se priorizaron transformaciones a gran escala y se movilizó mano de obra de todas partes del mundo. Sin embargo, todos veían lo bueno, pero muy pocos veían lo malo que estaba por venir.
Con la masificación turística muchos pueblos perdieron su identidad, la migración de mano de obra trajo consigo serias consecuencias en las actividades económicas de las poblaciones aisladas, las dinámicas familiares se empezaron a distorsionar. En las grandes urbes turísticas, los círculos de pobreza se hicieron más evidentes, la falta de abastecimiento de servicios básicos salió a la luz, los índices de violencia se dispararon y, por supuesto, el deterioro al medio ambiente era peor que nunca.
Algunos pueblos vieron en el turismo un medio económico para subsistir. Pensemos en lo difícil que era resistirse a tan atractiva cosa, algo tan prometedor, capaz de moderar todos los males de la comunidad, un medio para brindar mayor estabilidad a la población local pero que, indiscutiblemente, ninguna empresa del sector privado dejaría ir. Valiéndose de los recursos disponibles, más de un empresario sin escrúpulos tuvo la osadía de ofrecer paz y bienestar a la comunidad a cambio de mano de obra y préstamo de sus recursos naturales. Evidentemente, el abuso se hizo incuestionable con el paso del tiempo. Este abuso se convirtió en un mal, en un cáncer económico y social que aún en el 2021 afecta a muchas poblaciones.
Es entonces, cuando razonamos y nos surgen más preguntas que respuestas: ¿quiénes deberían obtener el beneficio directo de la actividad turística, los pobladores o los empresarios/inversionistas?, ¿por qué el modelo turístico actual es poco sostenible, injusto y nada inclusivo?
Hablar de este tema requiere entrar a fondo en el análisis sobre el empoderamiento de los pueblos, es decir, permitir que los pueblos autorregulen y autogestionen la actividad turística, con nula o mínima intervención de empresas privadas, en pocas palabras, dar paso a una tendencia que todavía no se pone de moda: el socializing tourism ¿Es sencillo lograrlo? No, definitivamente. Hay innumerables factores que intervienen en el proceso. Por ejemplo, si un pueblo o comunidad no sabe de qué manera mercadear su producto turístico, ¿quién le brindará las herramientas? Ya sé, algunos dirán que las universidades. Pero, ¿es responsabilidad de las universidades?, y el gobierno, ¿qué papel juega? Otra alternativa sería el asesoramiento/consultoría externa, y sí, muy buena elección, pero eso cuesta dinero, ¿quién lo pagará?, ¿el gobierno?, ¿fondos sectoriales?, ¿proyectos escondidos y poco entendibles de algunas instituciones públicas?, claro que no, no perdamos de vista el enfoque.
Y en los grandes destinos turísticos, ¿se puede hacer algo? ¿Creen ustedes que el sector privado se abrirá hacia la tendencia del socializing tourism? Vamos, es tan ridículo como decir que la luna es de queso y que a Jeff Bezos poco le interesa el capitalismo. Ningún empresario estaría dispuesto a dar paso al socializing tourism, ninguno. Surgirán “buenas acciones” disfrazadas de corderitos, pero que en el fondo no son más que afilados cuchillos que apuntan directamente a la población local en una agónica espera por arremeter contra su víctima. Y bien, ¿quiénes son los verdaderos corderitos? ¿Y el gobierno? Bueno, es el gobierno, ¿qué tanto podemos esperar?
Solo por poner un ejemplo, aquí en Cancún, basado en mi experiencia de vida y profesional, es poco factible se implemente el socializing tourism debido, principalmente, a los grandes intereses económicos del gremio empresarial. Adicionalmente, la magnitud del destino y la importancia que representa a nivel nacional dificulta aún más la transición hacia un turismo social. Sí se puede, pero es como intentar detener la tala de la Amazonia dejando de consumir, únicamente, palillos de dientes.
Hacia el socializing tourism mi crítica es y será plenamente positiva. Ya basta de un modelo turístico masificado, dañino para el medio ambiente, la economía, la cultura y la sociedad. Urge cambiar hacia un modelo turístico más humano, menos preocupado por la excesiva y aberrante acumulación del capital (¿se acuerdan de Jeff Bezos?). Necesitamos un modelo inclusivo, que busque el bienestar común, que sea justo y equitativo con todas las partes. Como personas, ni siquiera hemos sido capaces de sanar las heridas que el turismo ha causado en la Tierra y ya estamos buscando nuevas alternativas de ocio y recreación en el espacio. Esto es ridículo, ¿no?
Artículo de divulgación:
Mtro. Edwin Alberto Zapata Canto, Universidad Anáhuac Cancún
edwin.canto@anahuac.mx